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N.049 11.06 OPINION Escenarios

Confesiones desde el retablo

"Trabajar con títeres es poner en sentido"

La Compañía Omar Álvarez Títeres, creadora de títulos inolvidables para
Argentina y el mundo, reflexiona sobre el oficio y el espectador del siglo XXI.


Por Patricia Lanata
Periodista, crítica e investigadora teatral

A la hora de poner en escena una obra, la concepción de trabajo de esta Compañía parte de la premisa de que no hay un teatro para niños. Los hermanos Claudio y Omar Alvarez, junto a Rafael Curci –todo un sello en el género- se caracterizan por instalar en la platea temas fuertes y poner el acento en cómo se dice aquello que cuentan. Entrando en tema, Omar Alvarez profundiza: No creo que tenga que haber una diferenciación tan tajante entre un teatro para adultos, uno para niños y otro para adolescentes. Lo miro con un criterio más amplio, que tiene que ver con la universalidad de lo estético. Aquello que es capaz de conmover a un niño o a un adulto por igual -un gesto, una intención, una imagen bella-, seguramente funciona. El teatro es básicamente una experiencia sensible. Uno trabaja con conciencia de que lo que está contando quiere que le llegue a uno y otro público, y de ahí surge la búsqueda de un lenguaje transitable por todos.
Los titiriteros no gustan mucho de las definiciones, pero si quisiéramos describir el salto al abismo que implica crear ilusión de vida, Rafael Curci lo explica de este modo: Crear cierta ilusión de vida es “animar”, que es un término más apropiado que “manipular”. Definitivamente lo prefiero, porque manipular es –en resumidas cuentas- ejercer cierto dominio o poder sobre algo, y el buen titiritero anima los títeres sin necesidad de subyugarlos. Álvarez también medita sobre esta ilusión: Supongo que uno la transmite y que ésta transporta al espectador a un estado sensible muy pleno, con el que es necesario conectar, pero que no es tan frecuente en los adultos –afirma-. De allí que a veces no sepan qué hacer con eso que les pasa. Con los chicos es menos complicado, están despojados de prejuicios y esteestado de libertad es algo inherente a ellos.

Provocaciones
Cada propuesta de la Compañía es un nuevo desafío para el público, que es sorprendido con técnicas diferentes. En Imaginarius, último trabajo, pintan a René Magritte con un teatro de objetos, componen y descomponen su obra surrealista a través de dos actores-titiriteros, para hablar de la importancia de los opuestos. Sin embargo, existe entre todas las obras un hilo conductor. La platea de grandes y chicos se “rinde” por igual, a la emoción, un recurso que ellos provocan con solvencia. Cabe preguntarles cómo logran ingresar a ese lugar tan privado y de riesgo.
Para transmitir emoción es imprescindible conocerla, experimentarla en lo cotidiano. Parece simple pero no lo es, ya que vivimos cercados por muros que nos distancian de los afectos, que muchas veces nosotros construimos, incluso, los defendemos a muerte. El tema es qué tenemos para decir. Habitamos una época donde la gente vive saturada por la vacuidad, lo frívolo, y muchos artistas reflejan esta superficialidad en sus creaciones –señala Curci-. Nada es porque sí, salvo en el teatro infantil deplorable, ése que abusa de las historias banales para comunicarlas luego, desde estereotipos degradados y modelados por la televisión, musicalizados encima con cancioncitas ramplonas y disfrazados con vestuarios colorinches –seentusiasma en relatar-. Ahí no puede haber magia, sólo desencuentro, y eso el chico lo percibe porque no es tonto.
Indudablemente, estos artistas despliegan una estética que otorga a los padres “responsabilidad”como espectadores. Las emociones aparecen en la platea y hay que  hacerse cargo. Todo un reto, sobre todo para aquellos adultos que asimilan el teatro a un patio de juegos donde ellos pueden ‘no participar’. Al respecto, Omar Alvarez subraya: El pelotero, la cajita feliz…, la cultura “chatarra” nos ha hecho perder las convenciones teatrales. Todo da igual, entonces el teatro pasa a ser un elemento más de consumo, y del mismo modo que se paga para dejar que los chicos “hagan la suya" durante horas, entre las pelotitas de colores, “pago y me desentiendo”. Por su parte, Rafael Curci plantea la necesidad de formar al espectador: Los que hacemos teatro para niños tenemos que asumir la tarea de que además de entretener, nuestro objetivo tiene que estar puesto en la formación de espectadores, y esto se logra -en parte- con propuestas de calidad. Trabajar con títeres es, ni más ni menos, poner en sentido.
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